martes, 23 de enero de 2018

Me duele la tristeza

Publicado el 10 de septiembre del 2017 en Nueva Tribuna.
*Moncho Rouco


La Catalunya asimétrica

          Tras la serpiente de verano en forma de tediosos telediarios inundados de las no noticias sobre Cataluña y sus actores presumiendo sobre “quien la tiene más…grande, gorda, larga…” (Naturalmente, nos referimos a “la razón), en las últimas horas hemos asistido a un espectáculo alucinante en el Parlament de Cataluña.
Trato de buscar cordura
y no encuentro más que
un páramo cubierto de zombis políticos
en busca de un pulso
del que ya carecen.

            Una inmensa sombra se ha esparcido sobre el Parc de La Ciudadela. El general Pavía, en forma de memoria, se ha instalado sobre la grupa ejecutora de la Presidencia del Parlament cercenando el estado de Derecho, sometiendo a pillaje al reglamento, al Estatut y a las minorías mayoritarias. El ejecutor de la I República Española, ahora, al servicio de los promotores de la República Catalana. Al igual que en aquellos sucesos de finales del XIX, pretenden derribar la voluntad de un pueblo, por un independentismo, que pisotea los fundamentos básicos de un sistema democrático.

¿Qué hemos hecho para merecer esto? ¿En cuál lugar de la historia nos equivocamos?

          Trato de buscar cordura y no encuentro más que un páramo cubierto de zombis políticos en busca de un pulso del que ya carecen.

          Dicen que dos trenes van al encuentro de un desastre. Es falso, absolutamente falso. Existen dos frentes unidos por un vaso comunicante llamado corrupción. Arquímedes y su principio acuden en auxilio del partido más corrupto de Europa, el Partido Popular, y de los restos de una Convergencia, independentista al tres por ciento. Se retroalimentan, distraen en lo accesorio y así no hablamos de lo fundamental. Las burguesías españolistas y catalanas pretenden salir indemnes de su podredumbre. Al tiempo que ERC, sentados en la acera de la calle, recogen réditos y recorren el camino a su ansiado Sangrilá. Paradojas de la vida, el General Pavía, acude en auxilio de los nuevos cachorros maoístas, en forma de la CUP, con gestos y estética, que por trasnochados, son grotescos y antiguos.

          A finales de la década de los setenta, aquellos que escapábamos, al grito de “amnistía, libertad”, de aquellos grises provenientes de la oscuridad de la dictadura, estábamos siendo testigos de un proceso político llamado Transición, del que muchos desconfiábamos. Así nació la Constitución Española, contaminada de raíz, sujeta al temor ciudadano de los ruidos de sables en las salas de banderas de cuarteles franquistas. Existen minorías de bloqueo, el PP tiene esa llave y nunca la cederá, que hacen inviable la Carta Magna. No es una norma de convivencia, sólo es una camisa de fuerzas. Impide la libre voluntad de los pueblos para decidir su futuro. Aquellos polvos trajeron estos lodos… y todos embarrados.
Viva la República Catalana...o no.

          Otros actores se han convertido en secundarios de tanto insistir en ser principales. Deambulan, cual sombras chinescas, hacia la irrelevancia. Unos por ponerse de perfil, otros por pretender vivir en el fiel de la balanza y el más hooligan, por vestirse de rojigualda.

          Aquellos que ya vivimos en el ático de la vida deberíamos dar un paso al frente y mostrar nuestra experiencia y sabiduría acumulada a los que están por llegar o vienen por el camino. A lo largo de la vida hemos aprendido a gobernar nuestra barca frente al viento racheado, al borde de los bajíos. Aquellos que ya restamos, por más que sumemos, deberíamos mostrar una valentía, que por vividos, debería sobrarnos.

          Es incomprensible la cobardía mostrada por quienes viviendo en la tercera fase, pretenden cobijarse en el rincón del silencio. No son ejemplo de nada, merecen el menosprecio de los que están por llegar.

          ¿Qué dirán de nosotros cuando hayamos muerto? Asterix no supo ni quiso responder a las tropas de Cesar. Él lo tenía claro, sólo precisaba avistar las plumas del casco del enemigo.

          Quizás seamos merecedores, por cobardes, del título de la película de mediados de los años noventa: Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto.

          Michael Moore se preguntaba, años más tarde: ¿Por qué nos recordarán? Naturalmente, hablaba del capitalismo, aquel becerro de oro, que a tantos ha cegado.

Lo cierto es que el ánimo está a la baja, la razón en escape y la voluntad en deriva.

Discúlpenme si no prosigo el texto, ustedes lo entenderán.

Me duele la tristeza.
*Moncho Rouco
Arquitecto Técnico. Escritor

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