jueves, 18 de enero de 2018

MATAR A UN RUISEÑOR

Publicado el 11 de noviembre de 2016 en Nueva Tribuna
Publicado el 16 de noviembre de 2016 en La Opinión de Tenerife
Moncho Rouco
El odio, la ira, la xenofobia, han llamado a las puertas del despacho oval. El Imperio se ha partido en tres: demócratas, republicanos y “me la suda”. Siempre estuvo latente el carácter intransigente de la América profunda, esa inmensa franja que separa las dos costas, último reducto de la razón. Un país fragmentado en deriva hacia la esquizofrenia social. Es necesario retroceder en el tiempo, a los años 30 del siglo pasado, para encontrar semejanzas entre lo acontecido en estas pasadas elecciones, donde un quince por ciento de la población acaba  de elegir a un paranoico, misógino y con tintes fascistoides. El resto del mundo se somete al silencio de los cobardes, con el predicamento de que “no va a cumplir lo que dijo en campaña…”. Nos hemos olvidado muy pronto de Adolf Hitler a quien  mandatarios europeos, dejaron pasar, entre el mal olor de la podredumbre y el mirar para otro lado, con la misma creencia:”no cumplirá lo que dice”. El mundo en aquellos tiempos transitaba por abismos, con la intransigencia provocando un vértigo que causó más de 50 millones de muertos.
Los pueblos que ignoran la historia están condenados a repetirla.
Un esperpento salido de los realities de televisión, fracasado en los negocios, evasor de impuestos; un personaje clave para poder entender el nivel cultural del americano medio, al que le preguntas donde está España y se pone a buscar por el Caribe. Es aterrador pensar que este individuo tenga a su lado el maletín de la muerte que puede hacer desaparecer veinte veces a la Tierra. Un terror incrementado por la existencia, al otro lado del telón, de un tal Putin I, capaz de cercenar vidas sin el menor preámbulo.

Resulta cómico, si no fuese trágico, que la América profunda reclame limpieza étnica. ¿Cómo pretenden, estos analfabetos, expulsar a los emigrantes, cuando los EEUU son la esencia de la inmigración? Sois irlandeses, ingleses, alemanes, italianos, griegos, esclavos negros liberados, o casi, polacos, rusos, holandeses, latinos en general… Si algún día se escucha en vuestras calles y plazas el grito de ¡Yankees, go home!, deberíais abandonar el país que acogió a vuestros antepasados y dejar las praderas a los arapajoes, apaches, siouxs, cheyenes, wichitas, cherokees… a los que habéis llevado al exterminio, salvo algunas reservas y el Museo de los Indios, en Nueva York. Fuisteis los Pizarro del siglo XIX, no convirtáis vuestro país en el Gulag del siglo XXI.

Al tiempo, una Europa desnortada, insignificante en el mapa geoestratégico mundial, se revuelve entre gobiernos neocon, socialismos en huida libre y el resurgimiento de dirigentes fascistas y xenófobos, candidatos a todo, aspirantes a la nada. De Bélgica a Austria, de Francia a Alemania, por no mencionar los antiguos países componentes de aquel telón de acero, en búsqueda de identidades perdidas, al tiempo que blindan sus fronteras con concertinas Made in Spain. Bien haría la vieja Europa en blindarse, con urgencia, tras una política de defensa común y un resurgimiento de los valores democráticos, ahora encerrados en oscuros despachos, mientras los gritos procedentes del Mediterráneo son silenciados en 140 caracteres. Esas víctimas inocentes nos serán reembolsadas por multiplicado y con el sello de la indignidad. Gritos de silencio ahogados entre conciencias vergonzantes. No es necesario mirar al payaso yankee. Aquí, entre nosotros, el circo ya está en marcha y las fieras caminan sueltas por las orillas.

Nadie vendrá a salvarte Europa, eres prescindible, ya has sido tablero de muerte en dos ocasiones; a nadie le importará que el continente desaparezca entre tinieblas. Creías vivir confortablemente a caballo del eje norte/sur. Has perdido el rumbo, el planeta ha desplazado su eje al Pacífico. Nadie precisa ya hacer escala en Bruselas para llegar a Moscú. Ahora se citan en Shanghái, que para más coña, es comunista. 
Moncho Rouco
Arquitecto Técnico









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