MATANZA O VICTORIA
Cuando vamos al Puerto de la Cruz los carteles de la Autopista nos avisan la proximidad de La Matanza de Acentejo y poco
después otro cartel anuncia el desvío para La Victoria de Acentejo. La
curiosidad al pasar por primera vez camino del Puerto, hace muchos años de
esto, me llevó a pensar en esa paradoja,
tan cercana la una de la otra y tan distante a la vez. ¿La Matanza? ¿La
Victoria..?, ¿es la matanza de unos o la
victoria de otros?, ¿Quiénes eran los unos y los otros? Quizás no eran los
mismos “unos” cuando los “otros” ganaron, o perdieron, o ambos ganaron y
perdieron. No quiero hacer un juego de palabras, saben la respuesta, deberían
saberla, sólo pretendo poner en evidencia la fragilidad de unos hechos que se
convierten en Historia, cuando esos hechos son escritos por los vencedores. Un
hecho cierto, incuestionable, La
Historia la escriben los Vencedores.
Ni que decir tiene que esto comienza
cuando el castellano, de oficio Conquistador,
el Adelantado Álvarez Fernández de Lugo
inició la conquista de Tenerife, por aquel entonces, Achinet, hermoso nombre,
transcurría el mes de mayo de 1494 cuando arribó a la isla encontrándose una
feroz resistencia por parte de Benchomo y sus huestes pertenecientes al menceyato
de Taoro, Los guanches eran irreductibles, los últimos en ser sometidos y
quizás por ello tan esquilmados. Un inciso, aclararles que la isla por aquellos
tiempos estaba compuesto por menceyes,
término guanche de significado similar a Rey o Cacique en la América posterior.
Tal fue la oposición que se encontró el Adelantado, que retrasándose,
permítanme la ironía, situó su campamento base en Añaza, ahora Santa Cruz de
Tenerife. Días después, a finales de
Mayo decidió emprender camino de Taoro para entablar batalla con el máximo
exponente de la resistencia de la isla a ser sometida. Las huestes castellanas
se detuvieron en Aguere, para aguar y descansar de un tramo en ascenso continuo,
extenuante para caballerías, jinetes y sobre todo tropa de pie. Reemprendiendo
la marcha ocurrió un hecho imprevisto, una astuta trampa, que por muy
Adelantado que fuese, cayó en ella como un pendejo avaricioso. Un gran rebaño
de cabras en un lugar denominado Llano de Acentejo, allí situadas por el
ingenioso Benchomo, ya debía intuír como eran los “godos”.
Dicho y hecho, en lugar de continuar
camino de Taoro, reunió las cabras y dando vuelta se las llevó a buen recaudo
para Aguere. Esa era su idea, pero tantas huestes, caballos, cabras, barrancos,
todo eso era demasiado. De pronto, en el
barranco de Acentejo los guanches al mando del astuto Benchomo, protagonizaron
la emboscada perfecta. Una lucha desigual, la lucha del banot contra la espada,
de la obsidiana contra la lanza. Fue tal derrota de los conquistadores que
estuvieron al borde de la aniquilación. La campana y una gran dosis de fortuna
los salvó, llegaron diezmados a Añaza, recogieron el fuerte y regresaron a Las Palmas,
antiguamente Tamaran, ya conquistada en aquel tiempo, donde recibieron ayuda y
prepararon la segunda parte del cartel de la Autopista: La Victoria. Viera y
Clavijo, Juan Bethencourt, pondrían negro sobre blanco los acontecimientos. El
tiempo es el mejor aliado del olvido, pasando la batalla de Acentejo de la
gloria al olvido. Quizás sea tiempo, ya, pasar del olvido al reclamo. Quizás
sea ya el tiempo de reclamar por los maxos, canarii, bimbaches, gomeros,
auritas y guanches. Formaron, son, parte de nuestra Historia.
Volvió el Adelantado… los hechos fueron sucediéndose, Achinet pasó a ser,
primero Gran Tinerfe, un menceyato y, más tarde, Tenerife. Mi pregunta inicial
sigue vigente: ¿el huevo o la gallina? Y más que nunca se pone en evidencia la
necesidad de discernir: ¿Matanza o Victoria?
3-10-2014
Publicado en El Digital de Tenerife Sur
Moncho.otaboleiro@gmail.com
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