Tenoya es un pueblo de la isla de Gran Canaria del que se tiene noticia desde la época anterior a la conquista, ya que es nombrada en las diferentes crónicas en varias ocasiones. Era uno de los poblados aborígenes, en cuyo barranco tuvieron lugar diferentes hechos que han quedado grabados en la historia de Gran Canaria en particular y de las Isla en general. Pertenece al municipio de Las Palmas donde hace frontera con Arucas. De los rincones de Tenoya destacan construcciones como: acequias, cantoneras, estanques, presas, el túnel, (construido en el siglo XIX para comunicar con el Norte) o el puente, dinamitado durante la guerra civil y reconstruido más tarde.
Los sucesos comienzan cuando la comunidad de regantes y propietarios de las aguas del Valle de Tenoya, (con una autorización del Ministerio de la Gobernación), decide entubar la acequia, lo que provoca que el pueblo se levantara en protestas. La población lo consideraba una injusticia ya que desde siempre se había utilizado el agua de la acequia, no solo para el riego, sino también para cualquier otra utilidad que fuera necesaria, incluido el lavado allí mismo de la ropa, como prueban los diferentes lavaderos que podemos ver en varios puntos de la canalización. La sublevación que se desarrolló en Tenoya, fue protagonizada por las mujeres que encabezaron las protestas y la reivindicación popular. Los motivos para el cierre de la acequia fueron varios, sobre todo se argumentaban el exceso de detergentes que se añadía a las aguas, pero lo verdaderamente importante para el pueblo era que ese cierre se convertía en un grave problema. Por ello las mujeres protestaron para intentar evitar que se llevaran a cabo las obras, provocando el desplazamiento desde la capital de agentes de la Guardia Civil para evitar que pudieran manifestarse.
Al mando vino en aquel año de 1966, un singular personaje: el después célebre Antonio Tejero Molina, protagonista años después del 23-F.. Según relato de Fernando Sagaseta, abogado defensor de las mujeres en el posterior juicio, los hechos se sucedieron como él mismo narra:
a, conocida como “pilares”.
"...Otro de los conflictos en los que me vi envuelto fue el de las mujeres de Tenoya. El problema era por las aguas de una Heredad de la familia Lezcano. Se estaba estropeando el cultivo de plátanos por las lavadas de ropa que tenían que hacer las mujeres con los detergentes en las acequias. Los dueños de la Heredad habían conseguido por dos veces de Camilo Alonso Vega una ordenanza para tapar la acequia en donde lavaban las mujeres y con la que hacían la comida, en un barrio en donde no había agua de ningún tipo. En una primera vez unos meses antes, la Guardia Civil se había tenido que marchar. Y esta segunda vez estaban muy cabreados.
Intercedí ante el Gobierno Civil-continúa Sagaseta- para revocar la orden de cerrar la acequia. Planteé que se discutiera y si se podía suspender por medio de algún interdicto u otro procedimiento judicial. Tejero era el comandante de la Guardia Civil e iba a ejecutar la orden, entonces en una de esas tiendas canarias clásicas” ventas”, en donde hay de todo, Tejero estaba tomando ron y recuerdo que con muy mala gana le di la mano y le dije que era Fernando Sagaseta, abogado, y que venía a defender los derechos de esos ciudadanos que se encontraban desamparados.
A Tejero le expuse las razones y me dijo: "Eso no cuenta para nada porque ya lleva mucho tiempo resuelto el caso y es el deseo del ministro que se cumpla de una vez", no había nada que hacer. La frase última que siempre recordaré es: "ten en cuenta que se sabrá quienes están detrás de todo esto", como diciendo que las mujeres esas no eran capaces de hacer esa lucha y que detrás de todo estaban los comunistas.
Resulta que el gobernador civil no estaba en Las Palmas, estaba de vacaciones y llegaba dentro de cinco días, no había nadie que asumiera la responsabilidad política y me fui en busca del secretario personal del gobernador, que tenía más fuerza que otros, y era Calvo Llorca. Me dijo que no podía hacer nada, que eso era responsabilidad del ministro de la gobernación, que no era una orden propia del gobernador y él solo era un intermediario, que la orden ya había sido dada dos o tres veces antes en otras peticiones y que él no iba a hacer nada. Que esperara al día siguiente que llegaba el gobernador civil.
Entonces- prosigue Sagaseta- regreso al Lomo de Tenoya y allí se produce la primera provocación clara. No había nada más que mujeres, hombres luchando no había ninguno, eran todas mujeres y un montón de Guardias Civiles. El Lomo de Tenoya es un lomo en que la acequia pasa por la ribera hacia el norte y resulta que el lomo va descendiendo de forma que si te caes llegas rodando hasta el final, que era el barranco de Tenoya. Y eran todas mujeres y un bloque de ocho o diez Guardias Civiles, con unos mostachos tremendos que me recordaban a los "caimanes" que, según Sagaseta, había visto en Andalucía. Por la mañana había habido una lucha en la que un teniente había resultado herido porque, al parecer una de ellas tiró una piedra a los Guardias Civiles y este teniente se dirige a otra con la intención de pegarle y una de las mujeres le dice a este: "Pero si puedo ser tu madre". al instante el teniente cayó al suelo fulminado al oír la frase que la había dicho. Lo llevaron a la Casa de Socorro. Los mandos estaban muy preocupados por la falta de decisión y fortaleza de sus tropas. Habría 30 o 40 mujeres. Ellas decían: "¡A por ellos!" "¿Los echamos al barranco, don Fernando?". La verdad que era una situación fastidiada para uno que acababa de salir de la cárcel, también era el único varón entre tantas mujeres. Y después me enteré que había sido una provocación de una de ellas y que tenía instrucciones de los mismos Guardias Civiles para provocar y organizar ahí una masacre. Después dirían lo de siempre, los comunistas que habían estado en la cárcel siempre armando el lío.”Hasta aquí el relato del abogado.
Tejero sometido a la ira de las mujeres de Tenoya
Tras una labor de mediación y ante la intransigencia de las fuerzas de orden público, Fernando Sagaseta se unió del brazo de un buen puñado de mujeres y bajaron juntas por la carretera hacia Las Palmas en manifestación hasta la puerta del Gobierno Civil. Se consiguió un ACUERDO pacífico que permitía el uso de la acequia y limitaba el vertido de productos contaminantes. Sometidas a Juicio, las defendió el mencionado Sagaseta, por cierto, único diputado que resultó herido en el Congreso aquel 23F, a causa de chirlas desprendidas del techo por disparos de los golpistas. Como abogado de la otra parte, los propietarios de la acequia, estaba un tal Lorenzo Olarte, ¡curiosidades de la vida..! Mucho tiempo después, Presidente de esta Comunidad Autónoma. El juicio terminó con sanciones administrativas.
Intercedí ante el Gobierno Civil-continúa Sagaseta- para revocar la orden de cerrar la acequia. Planteé que se discutiera y si se podía suspender por medio de algún interdicto u otro procedimiento judicial. Tejero era el comandante de la Guardia Civil e iba a ejecutar la orden, entonces en una de esas tiendas canarias clásicas” ventas”, en donde hay de todo, Tejero estaba tomando ron y recuerdo que con muy mala gana le di la mano y le dije que era Fernando Sagaseta, abogado, y que venía a defender los derechos de esos ciudadanos que se encontraban desamparados.
A Tejero le expuse las razones y me dijo: "Eso no cuenta para nada porque ya lleva mucho tiempo resuelto el caso y es el deseo del ministro que se cumpla de una vez", no había nada que hacer. La frase última que siempre recordaré es: "ten en cuenta que se sabrá quienes están detrás de todo esto", como diciendo que las mujeres esas no eran capaces de hacer esa lucha y que detrás de todo estaban los comunistas.
Resulta que el gobernador civil no estaba en Las Palmas, estaba de vacaciones y llegaba dentro de cinco días, no había nadie que asumiera la responsabilidad política y me fui en busca del secretario personal del gobernador, que tenía más fuerza que otros, y era Calvo Llorca. Me dijo que no podía hacer nada, que eso era responsabilidad del ministro de la gobernación, que no era una orden propia del gobernador y él solo era un intermediario, que la orden ya había sido dada dos o tres veces antes en otras peticiones y que él no iba a hacer nada. Que esperara al día siguiente que llegaba el gobernador civil.
Entonces- prosigue Sagaseta- regreso al Lomo de Tenoya y allí se produce la primera provocación clara. No había nada más que mujeres, hombres luchando no había ninguno, eran todas mujeres y un montón de Guardias Civiles. El Lomo de Tenoya es un lomo en que la acequia pasa por la ribera hacia el norte y resulta que el lomo va descendiendo de forma que si te caes llegas rodando hasta el final, que era el barranco de Tenoya. Y eran todas mujeres y un bloque de ocho o diez Guardias Civiles, con unos mostachos tremendos que me recordaban a los "caimanes" que, según Sagaseta, había visto en Andalucía. Por la mañana había habido una lucha en la que un teniente había resultado herido porque, al parecer una de ellas tiró una piedra a los Guardias Civiles y este teniente se dirige a otra con la intención de pegarle y una de las mujeres le dice a este: "Pero si puedo ser tu madre". al instante el teniente cayó al suelo fulminado al oír la frase que la había dicho. Lo llevaron a la Casa de Socorro. Los mandos estaban muy preocupados por la falta de decisión y fortaleza de sus tropas. Habría 30 o 40 mujeres. Ellas decían: "¡A por ellos!" "¿Los echamos al barranco, don Fernando?". La verdad que era una situación fastidiada para uno que acababa de salir de la cárcel, también era el único varón entre tantas mujeres. Y después me enteré que había sido una provocación de una de ellas y que tenía instrucciones de los mismos Guardias Civiles para provocar y organizar ahí una masacre. Después dirían lo de siempre, los comunistas que habían estado en la cárcel siempre armando el lío.”Hasta aquí el relato del abogado.
Tejero sometido a la ira de las mujeres de Tenoya
Tras una labor de mediación y ante la intransigencia de las fuerzas de orden público, Fernando Sagaseta se unió del brazo de un buen puñado de mujeres y bajaron juntas por la carretera hacia Las Palmas en manifestación hasta la puerta del Gobierno Civil. Se consiguió un ACUERDO pacífico que permitía el uso de la acequia y limitaba el vertido de productos contaminantes. Sometidas a Juicio, las defendió el mencionado Sagaseta, por cierto, único diputado que resultó herido en el Congreso aquel 23F, a causa de chirlas desprendidas del techo por disparos de los golpistas. Como abogado de la otra parte, los propietarios de la acequia, estaba un tal Lorenzo Olarte, ¡curiosidades de la vida..! Mucho tiempo después, Presidente de esta Comunidad Autónoma. El juicio terminó con sanciones administrativas.
Podría parecer tan sólo un singular suceso, un hecho que la historia oculta tras mil legajos, pero que muestra de manera contundente la fuerza, entereza y valor de la mujer canaria, que no se arredra ante injusticias, aunque estas vengan vestidas de Comandante Tejero. Cuando a las mujeres se les atribuye valores dulcemente estereotipados, se las ningunea y no solo se falsea la realidad, también se trata de un sometimiento encubierto. Los valores no tienen sexo, tienen ética. Motivo suficiente para que aquellos hechos acaecidos en los años 60 debieran ser implementados, en la actualidad, con la fuerza y el espíritu de lucha de nuestras mujeres igual que en el pasado lo fueron las mujeres de Tenoya.
Publidado en el Digital de Tenerife el 4 de diciembre de 2014