Rajoy sé
fuerte, vete.
Moncho Rouco*
Mariano Rajoy y Felipe VI en Zarzuela |
Nunca en la historia reciente de este país, llamado
España, se había mentido tanto y retorcido la verdad hasta límites
insoportables. Como si una falsedad, tras mil veces repetida, se cubriera con
el manto de lo honorable y la noche se confundiera con el día. Los ciudadanos,
abducidos por los medios de comunicación al servicio de la contaminación
informativa, llegan a dar por cierto aquello que la razón niega. Se manipulan
medias verdades, que no dejan de ser la peor de las mentiras. Desde el pasado
26J somos espectadores de maniobras de la confusión. Intentan decirnos que no
estamos jodidos, que estamos jodiendo, situados al borde del éxtasis, cuando la
realidad nos muestra el abismo a nuestros pies.
De todos
es sabido que la Constitución, de la que nos hemos dotado allá por el 78,
manifiesta que disponemos de un sistema político en el que el poder ciudadano reside
en el Parlamento. Trescientos cincuenta diputados son depositarios de la
voluntad popular y a ellos corresponde nombrar un Presidente que dirija al poder
ejecutivo. Los españoles no elegimos al presidente del gobierno, son nuestros
representantes quienes lo eligen y, mediante acuerdos, negociaciones o mayorías
es nombrado como tal. Un sistema donde la política alcanza su máximo valor:
llevar a cabo programas mediante el arte de negociar, pactar entre diversos.
Tras el
26J se puso de manifiesto que los corruptos están en alza, que el olor a
podrido “les pone” a ocho millones de españoles. Nada que añadir, salvo que eso
afecta al resto de los ciudadanos y dos tercios estamos en las manos manchadas
del tercio restante. Los resultados son conocidos: la derecha gana cómplices,
los socialistas salvan los muebles, rehenes de sí mismos, en su camino a ninguna
parte. Los que acaban de llegar se llevaron las tortas. Ciudadanos se desinfla
al comprobar cómo los votantes arrepentidos vuelven a la marca original. Por
último, Pablo Iglesias ha encargado buscar al millón de votos evaporados entre
Izquierdas y Unidas.
En un
discurso disparatado de proporciones colosales, todos a una, pretenden cambiar
nuestro sistema parlamentario en presidencialista y descargan sobre las
espaldas de un PSOE catatónico la responsabilidad de desatar el nudo formado
por cretinos, soberbios, corruptos y mentirosos en el que nos encontramos. ¿Qué
hemos hecho los españoles para merecer esto? Incapaces, los populares, de
añadir ni un solo diputado a los suyos -nadie quiere comerse ese marrón- Un
partido apestado con un presidente incapaz de negociar ni el menú de la Cantina
del Congreso, tan acostumbrado a lo absoluto que ignora, por ignorancia, lo
relativo. La llaman bloqueo de los perdedores a la incompetencia del aspirante.
Los
representantes de los grupos parlamentarios acuden a consultas a Zarzuela, para
“borbonear” con el ciudadano Felipe. El gesto real y todo su protocolo es un
fiel reflejo de la inutilidad de una institución en consonancia con el país.
¿Quién paga esta ronda? Por responsabilidad
de Estado que pague Sánchez, se oye al fondo un coro desafinado.
Sería
una irresponsabilidad de colosales dimensiones que el principal partido de la
oposición facilite la gobernación del país a quien representa el polo opuesto a
su ideario. Sería un engaño a la ciudadanía aceptar un cambalache entre el
hambre y las ganas de comer. Con políticas diametralmente opuestas, no puede
ser la oposición el cómplice, muy al contrario, la complicidad la debe negociar
el aspirante con su vecindario ideológico. El encargo recibido de Felipe puede
convertirse en una cobra, en caso de no conseguir adeptos. Vale, de acuerdo, no
me digan más, ya sabemos que tratándose de Rajoy, cualquier posibilidad se
diluye entre paseos apresurados y baños solariegos en riveras cristalinas.
Publicado en Nueva Tribuna el 29 de Julio del 2016
*Moncho Rouco Arquitecto Técnico. Escritor. Articulista |
No hay comentarios:
Publicar un comentario